lunes, 7 de septiembre de 2015
La frontera vista desde Europa
La frontera vista desde Europa
Isaías Rodríguez*
Isaías Rodríguez*
En su editorial del 06 de
septiembre el diario El País nos acusa de tener una frontera totalitaria,
hermética y feroz como la de Corea del Norte. Maduro utiliza a Colombia para
explicar el desastre de la economía venezolana. Una centralización fundada en
ilusiones es la causa de todo. El subsidio a los alimentos es parte de esa
centralización que cambió el discurso socialista para llamar “paramilitares” a
los colombianos. Maduro señala y tumba las casas. No hay fórmulas de juicio. La
frontera entre ambos países vive una crisis humanitaria y una locura xenófoba.
Brasil, Argentina y Ecuador observan hipócritamente. A diferencia de Europa los
refugiados los colombianos son obligados a regresar a su país.
La propaganda de España y El País
contra Venezuela es algo más que turbia. Liquida las opciones para que los
hechos sean racionalmente analizados. Le niega al lector el debate entre los
hechos que le informan y la realidad. Su finalidad es mostrar instituciones que
se desmoronan. La misma que los norteamericanos usaron para Irak. Idéntica a la
de la austeridad como única opción contra la crisis económica europea. Igual a
esa otra que -hasta la muerte de Aylan el niño sirio- mostraba a los refugiados
como invasores en proporciones bíblicas aunque no llegaran al 0,065 de la
población europea. Afortunadamente, la propaganda oculta la realidad pero no
logra engañar a todos todo el tiempo.
Al igual que las élites
colombianas El País es experto en cinismo. Para este diario así como para el
hermano país el riesgo “es que te quieras quedar”. Hay un riesgo para los
turistas y otro distinto para sus nacionales. Todavía hoy hay un riesgo que
obliga a los colombianos a buscar su refugio en Venezuela y ella no se los
niega. El 20% de nuestra población es colombiana y tiene los mismos beneficios
sociales. Doscientos mil muertos y noventa mil desaparecidos ha sido el riesgo
de quedarse en Colombia y ellos no son turistas.
La campaña contra Venezuela tiene
como fondo mostrar el fracaso de nuestro modelo social y el supuesto éxito del
colombiano. No solo El País; CNN, El Tiempo, El Nacional, El Universal y la
revista Semana lo vocean a los cuatro vientos. Venezuela es culpable de
albergar cinco millones de desplazados y excluidos llegados de Colombia.
Colombia no es culpable porque es un país de economía sólida. Es verdaderamente
extraña esta solidez de un país al que cuando le cierran un 10% de los 2219
kilómetros de su frontera muestra las costuras de un capitalismo mal hecho a través
de misas y oligarquías.
No informa El País que en un par
de semanas Venezuela ahorró un poco más de un millón de litros diarios de
gasolina con el cierre de la frontera; ni que los alimentos reaparecieron en
los mercados venezolanos; ni que los asesinatos se redujeron en un 100%; ni que
las colas por fuga de productos venezolanos se pasaron al otro lado y el
gobierno de Bogotá entró en cuenta que existía una ciudad llamada Cúcuta y
hasta una resolución dictada por su Banco Central para destruir nuestra moneda
con un “cambismo” embaucador. Los gobiernos de Colombia han sometido a ese país
a un régimen desalmado. Han expatriado 9 millones de seres humanos y pareciera
que para ellos la frontera existiera para que el hambre y las necesidades puedan
ser encubiertas.
Pero aún más, España y Estados
Unidos devuelven a los hermanos colombianos por “sudacas” y narcotraficantes;
por delincuentes y prostitutas; por sin papeles y estafadores. En un solo año
Estados Unidos deportó 20 mil colombianos y España les somete a un escarnio que
los humilla. Pero así son las cosas, los maltratos, las separaciones
familiares, las vejaciones, las violaciones de los derechos humanos son solo de
Venezuela. Albergamos 5 millones de colombianos y somos los malos de la
película. Sabemos que en Colombia la diplomacia estirada habla mejor que
nosotros el inglés, pero hasta García Márquez debió emigrar porque, como en su
novela, comenzó a vivir en carne propia la Crónica de una muerte anunciada.
* Embajador de Venezuela en Italia