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jueves, 7 de febrero de 2008

 

Los pobres no pueden seleccionar donde vivir, los vivarachos si.

A propósitos del escándalo que se ha formado en los últimos días en la República Bolivariana de Venezuela por las "invasiones" a edificios abandonados y a terrenos ociosos fomentadas por sujetos "indeseables" se incluye un artículo aparecido en la página 48 del diario Últimas Noticias del sábado 02-02-2.008 y firmado por ex-magistrada del Tribunal Supremo de Justicia doctora Hildergard Rondón de Sansó, dicho artículo es muy revelador.

El daño irreparable

Hace menos de un año, en un artículo denominado "La voracidad urbanística" comentaba que en el Alto Hatillo, que es el lugar más hermoso que tiene la Caracas del sur, de pronto comenzamos a ver cartelones misteriosos anunciando paraísos urbanísticos. Después vimos cómo se levantaban murallas al borde de la estrecha carretera que conduce a El Hatillo, para impedir que las miradas curiosas se percatasen de la gran tala de árboles, de los movimientos de tierra y de la apertura de caminos.

Ayer pasé por aquel lugar idílico, desde el cual, a través de los eucaliptos y pinos, se puede apreciar la grandiosidad del Ávila, y me percaté con angustia de que los desarrollos más avanzados ya comenzaban a hacerse presentes; que los promotores de las nuevas edificaciones ya habían perdido la vergüenza por los ecocidios cometidos, y en cada nuevo kilómetro recorrido se encontraban los cartelones anunciando las oficinas de venta; y que las murallas que habían sido construidas como parapetos comenzaban a desaparecer, produciéndonos la sensación de que infinitas construcciones habían surgido como hongos.

El grito de alarma que formuláramos con nuestro artículo no había sido atendido; pareciera que a ninguna persona ni a ninguna autoridad le interesara el crimen cometido: la más valiosa zona verde de Caracas está siendo deforestada: los árboles han sido sustituidos por edificaciones; la estrecha carretera no ha sido ensanchada y pronostica grandes concentraciones vehiculares para dentro de pocos meses, cuando las numerosas viviendas comiencen a ser habitadas. Ya a estas alturas nadie ordenará que sean demolidas las edificaciones ni sancionados los culpables.

Se trata de un capítulo más de esta realidad nuestra en que permanecemos en actitud pasiva frente a la destrucción de valores ecológicos fundamentales. Nos decíamos que tan grave como el despojo de un bien natural del cual se nos priva, es la impunidad; porque nadie pagará por la pérdida de la neblina mañanera, por la pérdida del paisaje avileño y por la vista desaparecida de las sinuosidades del Valle. Nadie pagará por el daño colectivo.

Hildegard Rondón de Sansó Ex magistrada del TSJ


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