miércoles, 6 de septiembre de 2006
La quinta parte ¿de qué?
Gregorio J. Pérez Almeida
Gregorio J. Pérez Almeida
Apenas comienza su campaña electoral el bachiller Rosales y ya nos tiene saturados con el cuento de la “quinta parte del ingreso petrolero”. Parece que tiene en mente aquello de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Si es así, entonces está mucho más segura su derrota que el triunfo de Chávez, porque desde hace unos seis años el pueblo venezolano ha dado un salto cualitativo en su actitud política, basta conversar con los lanceros, los vencedores de Misión Sucre, o los cooperativistas de cualquier núcleo de desarrollo endógeno, para percatarnos de ello. Pero como buen candidato de la oposición venezolana está condenado al suplicio de Sísifo: empuja su candidatura por la misma cuesta por la que cayó cuando firmó el decreto fascista de Carmona.
Es que “no se le puede pedir peras al horno” (como dijo el bachiller Rosales en una de sus presentaciones) y es imposible que un político nacido, crecido y reproducido en el puntofijismo, pueda ver más allá de sus limitaciones y mezquindades. Cuando ofrece repartir dinero a diestra y siniestra al pueblo pobre y la “clase media deteriorada” (¿hará el símil con la pintura de un carro?), actúa de acuerdo al estereotipo del venezolano construido por los mismos adecos para mantenerse en el poder: flojo, pedigüeño y sin vergüenza, que se vende por unas monedas y cambia su dignidad por un plato de caraotas. Como todo lo que ha hecho la oposición, la candidatura del bachiller Rosales es una ofensa al gentilicio venezolano redimido por la revolución bolivariana, pero ¿qué se puede hacer por ellos si actúan obedeciendo a la quinta parte de su cerebro?