martes, 9 de agosto de 2016
A propósito de los bachaqueros
-I-
La señora muy agobiada por la
situación, ante la incapacidad de adquirir los alimentos, que comprometía la existencia de su prole
decidió irse a "bachaquear". Este neologismo venezolano en la
coyuntura actual sustituye el verbo comprar. Y la gente confundida utiliza este
"verbo", y quien en verdad bachaquea son unos desalmados.
Buscó el número final de su cédula
de identidad para determinar cuándo le correspondía adquirir los productos de
la cesta básica. El día oportuno salió
temprano de su casa. Regresó al hogar con apenas un producto después de
permanecer toda la mañana en la cola del abasto. Y pensar que tenía que esperar una semana
para volver a comprar.
El nuevo día de compra se dotó de un
paraguas, en todo caso de un parasol para protegerse del inclemente astro. En
cuanto a la compra el mismo resultado de la vez anterior pero con un producto diferente.
En las colas le habían informado
que existían lugares en los cuales podía comprar sin necesidad de presentar la cédula. Con esta información y
sin esperar el día del terminal, además del parasol, llevaba una silla plegable
para establecerse en la primera cola que encontrase. Después de toda la mañana y parte de la tarde
la búsqueda había resultado más fructífera pues regreso con dos productos.
Con esta experiencia las salidas a
"bachaquear" se hicieron más frecuentes y de más prolongado tiempo.
Hasta la última vez que salió y aun no ha regresado.
-II-
De tiempos ancestrales el maíz ha
sido el alimento básico de los habitantes del nuevo mundo. En Venezuela la
manera más frecuente de consumirlo es mediante la tradicional arepa. La
tecnología ha eliminado el antaño y engorroso trabajo de llevar a la mesa,
sobre todo en las mañanas, nuestro apetitoso manjar. Únicamente con la
presentación de una harina se reduce en casi 95% el tiempo y el trabajo de
preparar el circular alimento.
El conflicto al cual mantienen a
los venezolanos ha dificultado la
obtención de la materia prima para obtener el criollísimo pan.
Carlos, un personaje cualquiera de
nuestra extensa geografía, meditaba los siguiente "Si me crie comiendo la
arepa hecha con maíz, sin ningún proceso tecnológico, por qué no volver a esa
desaparecida costumbre".
Sin pensarlo dos veces se dispuso
a comprar un molino en el cual moler el maíz sancochado. Al llegar al comercio
se sorprendió del precio al cual se vendía el artefacto. Pero el precio no fue
óbice que impidiera su objetivo. De esta manera, después de moler el maíz
preparó el típico plato y muy sonriente lo consumió junto a la familia.
Acabada la existencia del maíz se
dispuso a restituirla. ! Sorpresa ¡ El precio
se había disparado. El asombro se sucedía cada vez que iba a reponer la
gramínea.
Ahora en casa de Carlos han
disminuido las raciones y las arepas son cuadradas.
-III-
El abuelo autorizo a uno de los
nietos para que cada mes le cobrara la pensión que el gobierno puntualmente le
pagaba. Los achaques que siempre acompañan a la vejez indujo al anciano a tomar
esa decisión.
La gente busca alternativas para
paliar las colas inducidas por el bachaqueo al menudeo e industrial. El
descendiente pensó en el abuelo para remediar la contrariedad originada por
conseguir los alimentos, eso sí, sin dejar de cumplir con sus obligaciones
cotidianas.
Como pudo llevó al octogenario a
la fila. Lo instaló en una silla de extensión y para protegerlo de los rayos
solares una sombrilla, de esta manera el viejo podía entregarse plácidamente a
los brazos de Morfeo. Giró instrucciones a alguien para que le participara
cuando debía ocupar el puesto marcado.
Después de recibir la notificación
se dispuso a despertar al cuidador pero ya el anciano se disponía a almorzar
con los apóstoles.